Capítulo primero
La posibilidad del estar-entero del Dasein y el estar vuelto hacia a la muerte
§48. Resto pendiente, el fin y la integridad.
Heidegger, con la finalidad de interpretar ontológicamente el fenómeno de la muerte, buscará en este apartado seguir la determinación existencial de dos fenómenos que le son constitutivos: el fin y la integridad. El abordaje de ambas cuestiones —su caracterización ontológica— sólo puede plantearse provisionalmente, pues un análisis adecuado de ambos fenómenos implicaría no sólo la exposición de la estructura formal del fin y de la integridad sino también desarrollarlas en variantes estructurales regionales (“desformalizadas”), referidas a cada género de entes y determinadas desde su ser. Esto sólo es posible con una interpretación, positiva y precisa, de los modos de ser que “posibilitan una división por regiones de todo ente” (pág. 262) que exige, a su vez, una idea del sentido del ser en general. El autor nos presenta esta potencial contradicción si olvidamos que, aquello que precisamente nos permitiría cumplir enteramente esta labor, es el objetivo de toda la investigación realizada hasta aquí.
La labor de Heidegger en este parágrafo será la de considerar al fin y a la integridad sólo en sus variantes existenciales, es decir, en aquellas determinaciones ontológicas propias del Dasein, para así guiarnos en una interpretación originaria de este último. Ello implica también juzgar en qué medida los conceptos del fin y de la integridad que se nos presentan en su primer darse son ontológicamente no convenientes al Dasein. La asignación positiva de estos conceptos a una región específica permitirá una comprensión del fin e integridad como existenciales que hará posible una interpretación ontológica del fenómeno de la muerte. En otras palabras, es necesario para el autor partir del Dasein mismo para extraer “el sentido existencial de su llegar-a-fin y mostrar cómo semejante “terminar” puede constituir un estar-entero del ente que existe.” (Pág. 263).
Heidegger, para iniciar la labor planteada líneas arriba y sintetizar lo dicho acerca del fenómeno de la muerte, formula tres tesis sobre ella.
A. Al Dasein le pertenece, al seguir existiendo, una posibilidad (un no-todavía) que él habrá de ser (un resto siempre pendiente).
B. El llegar-a-su-fin de lo que es (existencia) siempre en el modo (existencial) de no-haber-llegado-aún-al-fin tiene el sentido de un no-existir-más.
C. El llegar-a-fin conlleva un existencial (modo de ser) absolutamente insustituible (las cursivas son mías).
Nuestro autor constata que en el Dasein hay una perenne “no-integridad” que es imposible de anular en la propia existencia y que solo llega a su fin con la muerte. Sin embargo, el hecho de que al Dasein, mientras está siendo, le “pertenezca” este no-todavía —es decir, lo que tiene y aún le falta— no puede interpretarse ontológicamente como resto pendiente. El estar pendiente (las cursivas son mías) es una relación óntica pues, entendida como falta, se basa en la pertenencia de una cosa en otra (carácter intramundano). Heidegger nos propone el ejemplo del saldo de una deuda donde lo pendiente es aún no disponible —en contraste con el Dasein que dispone del no-todavía que es la muerte posible— hasta que se cancele la deuda, cuando los sucesivos ingresos llenan el no-todavía hasta que la suma total esté “junta” o completa. En otras palabras, el estar pendiente significa para Heidegger el no-estar-todavía-junto (no disponible) de lo que debiera estar junto (por tener que alcanzarse una “suma total”). En un sentido ontológico, el estar pendiente plantea una relación de entes a la mano donde ellos se agregan unos a otros sin que se genere modificación alguna. El estar pendiente plantea la no-totalidad vigente que “se suprime por la reunión acumuladora de partes” (pág. 263) pues al implicar ella el modo de ser de lo a la mano debemos caracterizar el estar-junto o no-estar-junto, que se basa en dicha relación óntica, como simple suma. Con ello se resalta aquí que el faltar (no-estar-junto) en tanto que resto pendiente no caracteriza el no-todavía (muerte posible) que es un constituyente del Dasein por el hecho fundamental de que éste no es un ente intramundano, una cosa. El Dasein en el modo de estar-junto no se constituye por una suma —de entes a la mano— sino que, al contrario, al “colmar” su no-todavía no llega a estar junto pues en ese momento simplemente ha dejado de existir. El autor lo plantea positivamente: el Dasein existe siempre en el modo de ser en que incluye cada vez su no-todavía (muerte posible).
Con el fin de afianzar esta idea, Heidegger nos plantea la siguiente interrogación: ¿hay algún ente que le pueda pertenecer un no-todavía sin que tenga el modo de ser del Dasein? El autor, en el intento de dar una respuesta, nos presenta dos ejemplos. El primero es el de la luna, cuyo último cuarto le falta para estar llena, donde su no-todavía se reduce “con el ir menguando de la sombra encubridora” (pág. 264), sin embargo, la luna ya está siempre en su totalidad. Si asumiéramos que la luna nunca puede aprehenderse totalmente, pues el no-todavía aquí no se refiere a un no-estar- todavía-juntas de las partes sino a la incapacidad de la percepción de “tenerla” completamente, tampoco podría semejarse al no-todavía del Dasein pues, a pesar de tener en común el ser provisional e inaccesible a la experiencia, “no es todavía real”. La cuestión que involucra al no-todavía del Dasein es su posible ser y, a su vez, no ser ya que éste tiene el carácter de devenir (“ser, él mismo, lo que todavía no es”) por lo que, si se le ha de comparar en su modo de ser (el no-todavía), tiene que ser con un ente que asuma el carácter de devenir. Ello nos lleva al segundo ejemplo del autor.
Otro ente que tiene este carácter de devenir al igual que el Dasein es el fruto que va madurando y cuyo fin es la madurez plena. Su ser como fruto lo determina a ese camino de la madurez por lo que este proceso no se define por el añadido de algo externo (“que aún no- estaba-ahí”), por algo agregado que pueda contribuir con esa maduración. En este caso, el no-todavía no se define por la falta de algo extrínseco sino que, por ser la maduración algo que viene de sí mismo, “se refiere a él mismo, en su modo específico de ser” (pág. 264). El fruto al ir madurando se define precisamente por la inmadurez por lo que el no-todavía ya está en incorporado en su propio ser. Al igual que el Dasein, el fruto inmaduro siempre es, mientras está siendo, su no-todavía. Para Heidegger la “no integridad” que se constituye en el Dasein es un no-todavía que, “por ser el ente que es, tiene que ser cada vez” (pág. 265). La semejanza con el fruto inmaduro es clara, sin embargo el Dasein presenta diferencias importantes pues, si bien ambas son cada vez su no-todavía, no coinciden en la estructura ontológica de fin (madurez como fin / la muerte como fin). La madurez del fruto significa que éste llegó a la consumación, es decir, que ha explotado todas sus posibilidades inherentes; pero en el caso del Dasein es diferente pues su muerte no significa que haya agotado todas sus posibilidades. En la mayoría de casos, el Dasein muere en un estado de inmadurez o, por el contrario, él ha alcanzado (sobrepasado) la madurez mucho antes de que llegue su fin. Heidegger deja claro con esto que el terminar no guarda una relación necesaria con el consumarse, con lo que el autor considera imprescindible abordar su significado si se ha dicho que la muerte se entiende como el terminarse del Dasein.
Terminar significa acabarse pero aquello que se da de forma provisoria tiene diversos sentidos ontológicos. Acabar en el sentido del desaparecer (“la lluvia ha terminado”); acabar en el sentido del pasar al no estar-ahí, es decir, determinar a un ente es su específico estar-ahí (“el camino se acaba”); acabar como llegar al estar-ahí por medio del fin, esto es, que asume el carácter de no concluso (“un camino en construcción se interrumpe”) o concluso (“el cuadro que se acaba con la última pincelada”). Aquí el terminar entendido como llegar a estar concluido no implica consumación pero sí a la inversa, sin olvidar que la conclusión de algo sólo es posible en el plano óntico (algo que está ahí / algo a la mano). Es así que ninguno de estos sentidos del terminar caracteriza la realidad de la muerte como fin del Dasein pues si esto fuera así se asumiría a este como un ente intramundano.
Se ha visto que en la muerte el Dasein no se ha consumado ni desaparecido, ni ha llegado a estar concluido, ni es enteramente disponible como un útil. Por el contrario, la existencia del Dasein es la de ser siempre su no-todavía, él es constantemente su fin. Esto nos lleva considerar el terminar de la muerte como el estar vuelto hacia el fin del Dasein y no como un haber-llegado-a-fin de este ente, mientras que el morir “es una manera de ser de la que el Dasein se cargo tan pronto como él es” (pág. 266).
Esto lleva al autor a ver la exigencia de aclarar el sentido del terminar (“estar vuelto hacia el fin”) desde el modo de ser del Dasein con la finalidad de definir, a su vez, el sentido de lo que se dice cuando uno se refiere a la integridad del Dasein. Todo ello partiendo del supuesto de que la muerte constituye tal integridad del Dasein en tanto que se asuma como “fin”. Por otro lado, esta labor contribuirá a la comprensión de lo que es el no-todavía de la existencia como algo previo a ese “fin”.
La finalidad primigenia del capítulo que es la comprensión de la integridad propia del Dasein por medio de un entendimiento cabal de los sentidos de no-todavía y terminar no ha llegado a su meta en este parágrafo pues aquí sólo se ha mostrado (“negativamente”) la imposibilidad de interpretar el no-todavía de este ente como un resto pendiente. Aquí solo se ha podido caracterizar inadecuadamente el fin-al del Dasein (al que este, al existir, está vuelto) al ser determinado mediante un haber-llegado-al-fin. Sin embargo, Heidegger quiere demostrar que la caracterización positiva del no-ser-todavía, terminar e integridad sólo puede lograr si meditamos de forma inversa los fenómenos aquí tratados, es decir, si tenemos como clara orientación al ser constitutivo del Dasein: el cuidado. Sólo así será posible la interpretación analítico-existencial positiva de la muerte y su carácter de fin.
§49. Delimitación del análisis existencial de la muerte frente a otras posibles interpretaciones del fenómeno.
“y, finalmente, la relación que más honda y generalmente determina el sentimiento de nuestra existencia es la de la vida vuelta hacia la muerte; en efecto, la limitación de nuestra existencia por la muerte es siempre decisiva para nuestra comprensión y nuestra apreciación de la vida”
W. Dilthey
Heidegger inicia este parágrafo planteando que la interpretación ontológica de la muerte debe primero explicitar una toma de conciencia clara sobre aquello que no se puede preguntar pues sería “vano” esperar una verdadera respuesta o información.
La muerte, en su sentido extenso, es fenómeno que forma parte de la vida mientras ésta debe ser comprendida como un modo de ser que es propio un estar-en-el-mundo. La vida para el autor sólo “puede precisarse ontológicamente en forma privativa y con referencia al Dasein” (pág. 267). Sin embargo, esta manera propia de abordar la vida desde la ontología no desplaza la posibilidad de considerar al Dasein como “pura vida”, es decir, ónticamente (abordado desde las ciencias biológicas como parte de reino animal). Aquí, dice Heidegger, se puede estudiar acerca de la duración de la vida, su relación con la reproducción y el crecimiento como también las clases de muerte, sus causas y sus modos de manifestación. En esta investigación “óntico-biológica” de la muerte se encuentra por debajo la problemática ontológica de “cómo se determina desde la esencia ontológica de la vida la de la muerte” (pág. 267). Si bien la investigación óntica de la muerte ha resuelto esta cuestión de alguna manera en ella operan pre conceptos acerca de la vida y la muerte que deben ser aclarados por medio de una ontología del Dasein. De igual modo, Heidegger declara la subordinación del análisis existencial de la muerte a la que se debe hacer sobre la constitución fundamental del Dasein; y, a la vez, aquélla debe ser previa a toda ontología de la vida. Si el terminar de la vida de un ente intramundano se le ha llamado fenecer, nuestro autor, considerando de la misma manera que el Dasein “posee” una muerte de este tipo (fisiológica, vital) y que ésta se encuentra codeterminada por su originario modo de ser donde un rasgo fundamental es el de poder terminar sin que propiamente muera, llama a este “fenómeno intermedio” dejar de vivir. El morir para Heidegger se distingue de ese, digamos, “morir óntico” porque ella se ha de entender sólo existencialmente, como la manera de ser con la que el Dasein está vuelto hacia su muerte. En conclusión, el fenecer no se condice con el Dasein, pero su dejar de vivir sólo es posible en el morir ya que el primero es algo previsto (esperado / temido) por el hombre mientras que el último consiste en la posibilidad de dejar de vivir. El fenómeno intermedio del dejar de vivir puede ser estudiado con resultados significativos desde la investigación “médico-biológica” no sólo en el plano óntico sino ontológico, en la medida en que se siga la orientación fundamental para la interpretación existencial de la muerte.
Heidegger ha dicho que una ontología de la muerte precede a la de la vida, pero sirve de fundamento a toda investigación en el plano de lo histórico-biográfico como todo abordaje psicológico-etnológico del fenómeno de la muerte. Esto es así porque, por ejemplo, cuando se caracteriza las maneras en que se “vive” el dejar de vivir existe ya el concepto de la muerte. De igual manera, toda psicología acerca del hecho de morir nos “informa más sobre el vivir del muriente que sobre el morir mismo” (pág. 268). Nuestro autor considera que estas son diversas formas de manifestar el hecho básico de que el hombre no muere con y en la vivencia del dejar de vivir fáctico (morir óntico). La magia y el culto en los pueblo primitivos como una serie de comportamientos frente a la muerte, además de las concepciones que sobre ella han cultivado son una muestra de un primer esfuerzo de comprender al Dasein. Pero la interpretación de esta comprensión requiere en principio de una analítica existencial y un concepto de la muerte.
Una de las cosas que advierte el auto en este parágrafo es el hecho de análisis ontológico de la muerte no conlleva a una postura “existentiva” acerca de ella. En otras palabras, cuando se determina la muerte como “fin” del estar-en-el-mundo (del Dasein) no implica ello una decisión óntica sobre diversas interrogantes sobre lo que sucede después de dejar de vivir (si se sigue viviendo, si se ha llegado al sobrevivirse a la condición de inmortal, etc.). Las diversas cuestiones sobre el “más allá” y el “más acá” no se abordan ónticamente, porque además no existen cosas tales como normas y reglas de comportamiento ante la muerte. Su análisis se mantiene “en el más acá” en la medida en que esta interpretación sólo toma a este fenómeno como algo que se manifiesta dentro del Dasein, en tanto sea éste una posibilidad de ser. La pregunta sobre qué hay después de la muerte carece de justificación y seguridad metodológica por lo que no tiene sentido plantear este tipo de interrogante; sólo podrá hacerse cuando exista una comprensión plena acerca de su esencia ontológica. Dicha interrogante queda en suspenso en su posibilidad de pregunta teórica pero queda claro que la “interpretación ontológica de la muerte desde el más acá precede a toda especulación óntica sobre el más allá” (pág. 268).
En un último plano, Heidegger señala que algo que se puede llamar una “metafísica de la muerte” no puede formar parte de un análisis existencial de la muerte ya que preguntas tales como el porqué y la manera cómo “entró” la muerte en el mundo, qué sentido asume en la omnitud del ente en tanto que mal y sufrimiento, exige como supuesto una comprensión existencial de la muerte así también una ontología de omnitud del este en su totalidad y una abordaje meticuloso del mal y de la negatividad en general.
De otro lado, el autor declara la “prioridad metodológica” de la analítica existencial de la muerte frente a diversas disciplinas ónticas (biología, psicología, teodicea, teología) si bien ellas muestran la ausencia de contenido concreto de toda formulación ontológica de este fenómeno. Por ser el Dasein algo distinto a un ente intramundano (“algo que está ahí”) ya que a su existencia y sus modos le es propia una “una forma de ser-posible”, no será sencillo descifrar la estructura ontológica de la muerte, si asumimos como verdadero que ella (la muerte) es una posibilidad eminente de este Dasein. La ontología de la muerte, además, debe prevenirse de toda idea casual o arbitraria de ésta por lo que es necesaria una caracterización del modo de ser del Dasein en que la idea de “fin” se haga presente en la cotidianidad media. Para Heidegger, forma parte de la esencia de toda indagación ontológica acerca de la muerte que un análisis existencial de ella “resuenen también posibilidades existentivas del estar vuelto hacia la muerte” (pág. 269). La conceptualización existencial no deberá estar acompañada de alguna vinculación con un modo de existencia específico, sobre todo de forma especial en relación a la muerte pues en ésta el Dasein se muestra plenamente (“de la forma más aguda”) en su carácter de posibilidad. El autor ha logrado en este parágrafo dejar en claro que la problemática existencial busca develar “la estructura ontológica del estar vuelto hacia el fin que es propia del Dasein” (pág. 269).
FUENTE: Martin Heidegger. Ser y tiempo. Trad. de Jorge Eduardo Rivera. Editorial Universitaria. Santiago de Chile, 2002.
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