jueves, 22 de diciembre de 2011

Vicente Santuc IN MEMORIAM






¿Cómo fue tu acercamiento a la filosofía?
“Por el tipo de educación que recibí, me gustó desde el principio la filosofía. Pero, yo creo que fue el paso por Piura, el paso por el mundo campesino, el que me transformó... Hay toda una filosofía que hice en Europa, que era sobre todo dar cuenta de temáticas y de autores y periodos históricos, pero es acá donde yo descubrí cómo, a fin de cuentas, estamos en el mundo desde una manera de sentir, desde una manera de estar en el mundo y no tanto desde las ideas. A mí me gusta transmitir eso en las clases. Un sistema filosófico es una manera de estar. No es una manera de combinar ideas y de amarrarlas de manera lógica. Una poesía es una manera de estar. Un periodo histórico también. Entonces, debemos regresar a la sensibilidad y tener el coraje de explorarla y de expresarla”.

La revista Areté, en su primer número de este año (Volumen XXIII), recordó la figura del padre Vicente Santuc cuya pérdida irreparable se ha producido hace ya algunos meses. Ciro Alegría ha dado cuenta en su homenaje de las “dos mitades inseparables de su forma de ser”, la del hombre comprometido con los campesinos de Piura y la del gestor y fundador de uno de los pocos espacios de formación humanística de nuestro país: la universidad Antonio Ruíz de Montoya. Quiero unirme a ese homenaje recordándolo aún en las aulas, en el seminario de Nietzsche que se encargaba de dictar con esa sonrisa inconfundible. Todavía lo recuerdo explicándome aquello de “la gran salud” que significó para Nietzsche la enfermedad que padecía (poder salir de Basilea y abandonar a los otros, dejar de confundirse con ellos, negarse a leer, a contaminarse con el ruido de los otros que impide que uno piense por sí mismo). Resultaba fascinante ver cómo él resolvía en nosotros esa aparente contradicción de tener a un creyente jesuita valorando a un filósofo que buscaba destruir toda moral cristiana. Sus palabras eran clarificadoras al respecto:

“Nietzsche es un apasionado con respecto de Dios, es el mayor crítico del cristianismo. Nietzsche ha denunciado el cristianismo, sobretodo el cristianismo de Pablo. No le deja pasar ni una a Pablo. Denuncia esa especie de desencarnación de cierto tipo de cristianismo, sobretodo en San Agustín, donde el cuerpo es el origen del pecado y del desorden, lo que es muy platónico. El cristianismo... terminó convertido en una suerte de platonismo para el pueblo. Es eso lo que critica Nietzsche, sobre todo. Esta especie de sobrevaloración de las ideas, esa manera de haber resuelto las preguntas antes de sentirlas. Eso es lo que a mí me interesa de Nietzsche, eso es sumamente interesante”.

Aún está presente en mí lo que aprendí de él en la entrevista que tuvimos al final de aquel seminario. La intención que tuvo como verdadero maestro de tener una conversación franca y sincera con cada uno de sus estudiantes me llevó a poder hacerle algunas preguntas (temerarias) sobre las clases y los temas tocados, y, a su vez, a él lo llevó a interrogarme sobre cómo todo aquello que se había hablado y escuchado me involucraba como individuo.
Balbuceé mi respuesta, amigo Vicente, y creo que aún caería en eso pues todavía no llego a construir el sentido de mi vida que me permita “ser lo que ya soy”. Me encuentro en el camino y creo que el acierto de haberte conocido me ayudará a llegar un poco más a mi propio fin. Descansa en paz.


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Homenaje a Vicente Santuc S.J. (1936-2011)
Ciro Alegría
Pontificia Universidad Católica del Perú
Vicente Santuc S.J. fue un filósofo que unió en su vida la praxis con la reflexión. Sus dos mayores trabajos, la promoción de los campesinos pobres de la costa norte del Perú y la organización de un centro de enseñanza humanística y filosófica, representan las dos mitades inseparables de su forma de ser. Fue fundador del Centro de Investigación y Promoción del Campesinado (CIPCA) en Piura, donde trabajó diecisiete años, en los que impulsó múltiples proyectos de formación técnica y humana, con importantes logros en desarrollo local y organización de los campesinos. A partir de 1989 se dedicó a su proyecto más personal, crear la Escuela Superior de Letras y Filosofía Antonio Ruiz de Montoya, hoy Universidad, de la que fue Rector desde el año 2005 hasta el año 2011. Allí puso en práctica su idea de que la consideración amplia y detenida de las cosas humanas, unida a la experiencia de la filosofía, permite comprender en qué preciso sentido es necesaria la responsabilidad ética y política.
Esta idea de investigación antropológica para la acción está expresada ampliamente en su libro El topo en su laberinto (reseñado en el primer número del volumen XVIII de Areté). La base de sus indagaciones en ética y política es en este libro un diagnóstico de la época actual. La característica de nuestro tiempo es estar doblemente separado del pasado, primero por la modernidad y, segundo, por la ruptura con la modernidad. Santuc estudió los nuevos "espacio y tiempo" que constituyen nuestro mundo más allá del mecanicismo moderno y son la razón de la deconstrucción de la historia bajo el concepto de "postmodernidad". Más allá de lo que recogemos en la conciencia o vivencia consciente de lo que nos sucede, hay muchos aspectos de la realidad que dejan huella en nosotros y subyacen a nuestro comportamiento. Esto supone la ruptura con el sujeto moderno que fue iniciada por Freud. Santuc trabajó también sobre la historia de la filosofía, encontrando que en ella hay improntas de lo que adviene en el tiempo, y que reconocerlas es el principal asunto de la reflexión. Este contenido de experiencia histórica aflora de manera cada vez más clara en el debate entre las posiciones metafísicas, hasta llegar a pensar la identidad de la filosofía con su historia y con la "mera historia". Santuc reelaboró mediante muchas investigaciones puntuales la concepción hegeliana de la historia y de la política que recibió de Eric Weil.
Más importante, sin embargo, que la maduración de acuerdos en el diálogo y en la experiencia histórica, es para Santuc la conciencia del "hecho metafísico fundamental" a que llega mediante el estudio de Sentido y no sentido de Maurice Merleau Ponty. No podemos entender ni hacer nada sin encontrarle un sentido, pero el sentido no está ahí fuera, adherido a las cosas, es más bien una categoría práctica, late en el individuo pensante como exigencia. Se podrán diseñar concepciones de la totalidad del mundo o de la humanidad para satisfacer esta demanda de sentido, pero ese no es el asunto. El sentido se realiza en la disposición práctica del individuo, sin ese testimonio no hay cómo encontrarlo. El acto más definitivamente entregado a la producción de sentido será aquel que deje perderse esta vida por no dejar perderse el sentido. Lo hacemos siempre que se nos va la vida en algo, cuando concretamos un deseo de comunicación con la dedicación de una parte irrecuperable de nuestro propio tiempo de vida. Vicente Santuc vivió una vida dedicada, entregada de a pocos, y hasta su último momento, a animar a los demás a que realicen en sí mismos la plenitud humana.

Enlaces para compartir:
El topo en su laberinto. Introducción a un filosofar posible hoy de Vicente Santuc, reseña por Ciro Alegría.
Vicente Santuc, S.J.: persona y obra, dimensión filosófica por Rafael Fernández Hart.
Vicente Santuc, artículo del diario La República por Rocío Silva Santisteban.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Kanaku y el tigre / Tu verano Mi invierno

Más allá del bien y del mal


211

Insisto en que se deje por fin de confundir a los trabajadores filosóficos y, en general, a los hombres científicos con los filósofos, - en que justo aquí se dé rigurosamente “a cada uno lo suyo”, a los primeros no demasiado, y a los segundos no demasiado poco. Acaso para la educación del verdadero filósofo se necesite que él mismo haya estado alguna vez también en todos esos niveles en los que permanecen, en los que tienen que permanecer sus servidores, los trabajadores científicos de la filosofía; él mismo tiene que haber sido tal vez crítico y escéptico y dogmático e historiador y, además, poeta y coleccionista y viajero y adivinador de enigmas y moralista y vidente y “espíritu libre” y casi todas las cosas, a fin de recorrer el círculo entero de los valores y de los sentimientos valorativos del hombre y a fin de poder mirar con muchos ojos y conciencias, desde la altura hacia toda lejanía, desde la profundidad hacia toda altura, desde el rincón hacia toda amplitud. Pero todas estas cosas son únicamente condiciones previas de su tarea: la tarea misma quiere algo distinto, exige que él cree valores.

Aquellos trabajadores filosóficos modelados según el noble patrón de Kant y de Hegel tienen que establecer y que reducir a fórmulas cualquier gran hecho efectivo de valoraciones, es decir, de anteriores posiciones de valor, creaciones de valor que llegaron a ser dominantes y que durante algún tiempo fueron llamadas “verdades”, bien en el reino de lo lógico, bien en el de lo político (moral), bien en el de lo artístico. A estos investigadores les incumbe el volver aprehensible, manejable, dominable con la mirada, dominable con el pensamiento todo lo que hasta ahora ha ocurrido y ha sido objeto de aprecio, el acortar todo lo largo, el acortar incluso “el tiempo” mismo, y el sojuzgar el pasado entero: inmensa y maravillosa tarea en servir a la cual pueden sentirse satisfechos con seguridad todo orgullo sutil, toda voluntad tenaz. Pero los auténticos filósofos son hombres que dan órdenes y legislan: dicen: “¡así debe ser!”, son ellos los que determinan el “hacia dónde” y el “para qué” del ser humano, disponiendo aquí del trabajo previo de todos los trabajadores filosóficos, de todos los sojuzgadores del pasado, ellos extienden su mano creadora hacia el futuro, y todo lo que es y ha sido conviértese para ellos en medio, en instrumento, en martillo. Su “conocer” es crear, su crear es legislar, su voluntad de verdad es -voluntad de poder. ¿Existen hoy tales filósofos? ¿Han existido ya tales filósofos? ¿No tienen que existir tales filósofos?...

Friedrich Nietzsche