domingo, 27 de noviembre de 2011

Jornada Internacional Augusto Salazar Bondy

El día de ayer tuve el grato placer de asistir al último día de la jornada filosófica dedicada a Augusto Salazar Bondy en la Facultad de Letras de la UNMSM, donde pude compartir una ponencia titulada Augusto Salazar Bondy y la enseñanza de la filosofía. Espacio propicio para el intercambio de ideas y, con ello, conocer más del pensamiento de uno de nuestros filósofos referenciales. Toda una jornada.

SUMILLA:

La ponencia versará sobre la naturaleza de la enseñanza filosófica dentro de lo que Augusto Salazar Bondy ha llamado la educación y la filosofía de la crisis. La situación crítica de la cultura peruana, ejemplificada en una educación descontextualizada y una filosofía improductiva, lleva al filósofo a resaltar la importancia de que ambas manifestaciones de nuestra cultura —educación y filosofía— se formulen en función de la crisis, analizando las causas de ella y atendiéndolas en el horizonte de una nueva cultura. La enseñanza de la filosofía debe responder a este contexto teniendo como fin que los que participen en ella sean capaces de reflexionar y actuar de manera auténtica. Se hace necesario, por tanto, determinar las características que debe asumir la enseñanza filosófica tomando en cuenta los procesos de personalización y socialización que conlleva toda educación, y su inserción dentro de lo que Salazar Bondy ha llamado la educación suscitadora.  

sábado, 19 de noviembre de 2011

Ética y Universidad


Uno de los mejores modelos educativos de todos los tiempos, tanto a nivel escolar como universitario, fue el sistema escocés de fines del siglo XVIII. Esta es una tesis osada y discutible, pero tengo razones para sostenerla.
Solo por recordar algunos nombres que procedieron de ese período, uno podría mencionar a Thomas Hume y Francis Hutcheson, dos de los más grandes filósofos de cualquier época; a Adam Smith, uno de los padres de la economía moderna así como pensador de las ciencias sociales y morales; a Thomas Reid, uno de los filósofos más innovadores de ese período; a sir Walter Scott, el fino escritor y poeta. Se podría mencionar más nombres, aunque sería innecesario.
Pero ¿qué hicieron los miembros de la llamada Scottish Enlightenment para merecer estos elogios? Por lo menos dos cosas: por una parte, mantuvieron una tradición de fomento y respeto a la libertad intelectual, solo comparable con Holanda, donde se permitía investigar prácticamente cualquier tema, con la certeza de que, si la investigación es buena, no nos alejará de la verdad sino que nos acercará a ella. Muchos años después, a comienzos del siglo XXI, el filósofo estadounidense Richard Rorty estableció un principio que debe guiar nuestra vida académica: “Usted cuide la libertad, que la verdad se cuidará a sí misma”. En efecto, mientras haya libertad para leer, estudiar e investigar, la verdad se irá revelando progresivamente, pues es imposible ocultarla. La mejor manera de impedir el conocimiento de la verdad es intentando protegerla mediante mecanismos de censura. En el siglo XVIII, los intelectuales que no querían ser perseguidos por sus ideas, como Descartes o Spinoza, tenían que huir de sus respectivos países, donde su lectura estaba prohibida, y se instalaban en Holanda y, en menor medida, en Escocia, donde no solo no se les incomodaba por lo que pensaran sino que se les protegía de sus perseguidores.
Lo segundo que hicieron los escoceses y que permite que ahora los recordemos con respeto fue desarrollar un sistema educativo meritocrático que tuvo como objetivo formar, con niveles de excelencia, a todos los estratos sociales, no solo a las élites económicas más poderosas, como ocurría en toda Europa y como había venido ocurriendo desde la creación de la Academia platónica y el Liceo aristotélico de Atenas, probablemente las instituciones de educación e investigación precursoras de los que posteriormente serían los primeros centros académicos. Como es sabido, desde que existen sociedades con estratos sociales diferenciados en función de criterios económicos, la educación ha estado en manos de los grupos más favorecidos y ha tendido a perpetuar las diferencias sociales y económicas, no solo manteniendo en la ignorancia a los grupos más pobres, con lo cual se impide tácitamente su ascenso social y su participación en las decisiones políticas colectivas, sino también elaborando complejas justificaciones ideológicas sobre por qué es necesario y conveniente que así sea.
Pero volvamos a Edimburgo. A comienzos del siglo XVIII, Escocia era probablemente el país más pobre de Europa occidental. Sin embargo, para 1750 los escoceses tenían el nivel de analfabetismo más bajo de Europa, de aproximadamente 25%, tenían el mejor sistema universitario de ese continente y, aunque eso pueda ser más discutible, quizá de todo el mundo. Ese sistema universitario hizo algo radicalmente novedoso, pues consideró deseable educar a todas las clases sociales, lo que generó un sistema meritocrático en el que el hijo de un campesino podía tener la misma educación que el hijo de un banquero. Eso nunca se había hecho, porque la educación estaba en manos de los grupos más afortunados, quienes consideraban riesgoso educar a los pobres, ya que ello podría tener como consecuencia la necesidad de competir con ellos. Esto produciría mayor movilidad social y, por tanto, haría que la vida fácil se pudiera hacer dura, esto es, tanto como la de los pobres. Ese sistema educativo no se estableció en Inglaterra; por el contrario, mientras Escocia era, para la época, el paradigma de la movilidad social y la meritocracia, Inglaterra lo era del inmovilismo social y de la brecha entre clases, que solo se atenuó después de la Segunda Guerra Mundial.
Es necesario preguntarse por qué Escocia tuvo este régimen tan diferente del de sus vecinos. Seguramente hay muchas causas que lo explican, pero una particularmente importante fue la Reforma y, especialmente, la presencia del calvinismo. Siendo esta denominación cristiana particularmente democrática y cuestionadora de las jerarquías que imponen su punto de vista sin defenderlo mediante razones, la sociedad escocesa, en sus diversos estratos, se acostumbró a dudar de los argumentos de autoridad, y convirtió en un hábito el dar y exigir razones para aceptar algo. El calvinismo fue llevado por los escoceses a otras latitudes, como por ejemplo a los Estados Unidos por los presbiterianos, influyendo notablemente en sus sistemas sociales y educativos.

Es lamentable tener que reconocer que la sociedad peruana, en términos educativos y universitarios, está en peores condiciones que Europa hace trescientos años. El peruano pobre pasa los primeros años de su vida malnutrido, con lo cual su cerebro no se desarrolla con su mayor potencial. Como estudia en un colegio estatal con mínimos recursos, normalmente no puede acceder a una universidad y, en consecuencia, no consigue un trabajo competitivo, de forma que permanece tan pobre como los fueron sus padres y sus abuelos. Un niño criado en una familia económicamente holgada, por el contrario, estará bien alimentado, asistirá a un nido que reforzará sus habilidades, estudiará en un colegio que le permitirá acceder a buenas universidades y, como lógica consecuencia, podrá conseguir un trabajo bien remunerado. Así se perpetuará la brecha entre pobres y ricos, casi independientemente del talento natural que tengan los jóvenes y del empeño que hayan puesto en su trabajo. Sin duda hay excepciones, pero no se negará que esta es una regularidad que vale para la mayor parte de peruanos.
La educación peruana no es pero debe ser un instrumento de movilidad social que favorezca a los más talentosos y esforzados, no a quienes carecen de estas virtudes y tienen solamente la suerte de haber nacido en una familia que pudo pagarle una educación a la que la mayor parte de peruanos no puede acceder. El Perú debe abandonar el modelo educativo elitista que ahora tiene, para acceder a uno meritocrático, en el que los jóvenes más trabajadores e inteligentes tengan una educación con estándares internacionales. Por lo menos en lo que respecta a las universidades, y en contra de lo que suele creerse, eso es perfectamente realizable. Habría que empezar con que el Estado decidiera aumentar y controlar correctamente los presupuestos de las universidades nacionales, estableciendo criterios estrictamente académicos de contratación de los profesores, fomentando la investigación, y dando becas completas, que incluyan mantenimiento, vivienda y alimentación a grupos selectos de jóvenes de todo el país. Si, además, el Estado financiara posgrados para esos mismos jóvenes, en las mejores universidades del mundo, en dos generaciones tendríamos una élite intelectual que no tendría nada que envidiar a las élites intelectuales de un país desarrollado, con la ventaja adicional de que estos muchachos procederían de diversos estratos sociales y económicos, con lo cual se apresuraría el deseable e inevitable proceso de cambio social que, lentamente, ya está ocurriendo. El Estado peruano está en perfectas condiciones para hacerlo; si no se hace es porque no existe el interés, no porque no se pueda. Hay que notar que con un buen sistema educativo, muchos países lograron salir de la pobreza.
Impartir una educación universitaria de calidad que fomente la movilización social es tarea del Estado, aunque, por diversas razones eso no se llega a cumplir en el país. Es curioso que una universidad privada, como la PUCP, haga lo que tendría que estar haciendo el Estado, que es educar, con niveles de excelencia, a las clases menos favorecidas para facilitar el cambio social meritocrático. Actualmente, más de la mitad de los estudiantes de nuestra Universidad está en las escalas económicas más bajas, es decir, no cubren con sus boletas de pago el costo real de su educación. Esto solo se puede hacer porque el objetivo último de la PUCP es la creación y transmisión de conocimientos y cultura, no el lucro, y porque tiene un eficiente sistema de administración de sus recursos.
Pablo Quintanilla
Artículo completo aquí.

sábado, 12 de noviembre de 2011

Amores platónicos / Julieta Venegas

En agenda

Ética y política en la razón comunicativa


Alex Romero M.

La relación entre la ética y la política y el modo cómo puede aplicarse tal relación a la realidad peruana actual surge con la idea, primero, de concebir a un agente que haga posible lo ético y lo político a partir de presupuestos que deben ser explicitados. ¿Quién es este agente? ¿Qué características inherentes lo hacen un sujeto de reflexión por parte de la ética y la política?
En primer lugar, debemos considerarlo como un sujeto capaz de conducta intencional, es decir, que realiza acciones por razones (ya sean estas ideas, deseos y creencias) y motivaciones de distinta naturaleza, diferenciándolo de esta manera de los animales cuya conducta “intencional” es limitada o restringida pues sólo responden a necesidades primarias inmediatas.
En segundo lugar, tal agente es un sujeto racional, entendiendo lo racional como una propiedad diádica o relacional entre el agente y un intérprete que, a través de una interacción comunicativa, permite al segundo comprender y explicar las manifestaciones internas y externas del primero, atribuyéndole un sistema interconectado de estados mentales y comportamientos intencionales en donde sus elementos se definen mutuamente, es decir, donde se establece una relación coherente entre ellas. El agente es racional porque puede ser comprendido por la articulación (que uno le atribuye y a su vez encuentra) entre sus creencias, deseos y acciones, y en la que, en consecuencia, uno puede entender una parte de su sistema de vida en correspondencia con los demás elementos de ese mismo sistema.
En tercer lugar, los criterios de objetividad y validez de las acciones y creencias del agente se dan a partir de la interacción comunicativa con el intérprete que posibilita un reconocimiento intersubjetivo de estos criterios. Estas creencias y acciones del agente para ser consideradas racionales deben ser susceptibles de fundamentación y de crítica, es decir, deben explicitar las razones que permita aceptar o rechazar su validez a partir de la articulación de los elementos de su sistema de vida.
A partir de estos presupuestos, veremos que la ética y la política son formas de reflexión sobre la dimensión práctica del agente, pues se interrogan sobre los fundamentos que dirigen su acción y buscan establecer los criterios de validez de los mismos. La ética investiga el sentido de la vida moral para derivar la certeza de las normas que dirigen las acciones humanas. La política por su parte investiga la manera cómo los individuos, en tanto sujetos éticos, resuelven sus problemas colectivos procurando conducir a sus miembros a un acuerdo o “contrato social” que les permita una convivencia social armónica dirigida al bien común. La coincidencia de ambos parte de la exigencia de comprensión y racionalidad en las manifestaciones del agente de acuerdo a las necesidades y circunstancias de su entorno social.
Se ha visto, por ejemplo, que muchos individuos, como es natural dentro de la primera etapa de desarrollo moral del niño, realizan una conducta “ética” restringiéndose al solo cumplimiento de la norma sin captar las razones que la fundamentan, sin plantearse la exigencia moral de estas normas como sujetos morales autónomos. La ausencia de racionalidad en la conducta moral de los individuos trae el peligro latente de que el conjunto de valores que la sustentan se estanquen o se distorsionen al no ser hechos materia de cuestión por los mismos individuos,  prevaleciendo de esta forma la arbitrariedad, la imposición y los prejuicios en el contexto social e individual. Lawrence Kolhberg ha ubicado este tipo manifestación en una primera etapa denominada “orden preconvencional” donde la justicia o lo justo (concepto central en la ética social y en la política) es la obediencia simple, sin conocimiento de los fundamentos o razones, de las normas y la autoridad por temor al castigo o al daño material. Como vemos,  en este nivel se plantea una moral de “esclavos” y una relación instrumental con el entorno donde es imposible la realización de los valores éticos universales y una verdadera convivencia social.
La realidad peruana actual presenta una problemática que no es muy distinta a la que hemos presentado en el campo de la ética y la política. La educación en el país, por ejemplo, promueve la transmisión de saberes objetivos, imparciales y unívocos (“San Marcos fue fundada en 1551”, “Lima es la capital del Perú”), pero no aquellos sometidos a una argumentación racional que permitan problematizar sus fundamentos.
En el caso de la ética y la política la problematización se hace manifiesta porque no es un cuerpo definido de contenidos y se somete a un constante debate para explicitar las razones que sustentan una norma moral y una acción política colectiva. Desarrollar la reflexión ética y política en la educación se hace necesaria en el país, pues implica que los sujetos asuman su condición de seres racionales tematizando la validez de sus principios morales, se comprometan con ellos y puedan realizar acciones que conduzcan al bienestar común.

Blibiografía:
Weston, Anthony. Las claves de la argumentación. Editorial Ariel.2001
Habermas, Jurgen. Teoría de la Acción Comunicativa (tomo I). Madrid. Editorial Taurus, 1987
Sanz Elguera, Julio César. Argumentos morales y argumentos éticos. Lima. Fondo editorial Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 1998
Salazar Bondy, Augusto. Introducción a la filosofía. Lima. Editorial Universo, 1969
Quintanilla Pérez-Witch, Pablo "Interpretando al otro: Comunicación, racionalidad y relativismo", en: Relativismo y racionalidad, Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2005.

martes, 1 de noviembre de 2011

Somewhere Over The Rainbow


Soundtrack de la película "Como si fuera la primera vez", hermosa canción intepretada por Israel Kamakawiwo´ole.

                                    Adam Sandler y Drew Barrymore

El alma y las máquinas

Hace unas semanas, como parte del curso de Introducción a la filosofía, mis alumnos realizaron una clara y entretenida exposición sobre el capítulo 7 del libro de Fernando Savater (Historia de la filosofía sin temor ni temblor). Entre los filósofos abordados destacó la figura de Descartes y la corriente racionalista. Fueron varias las cosas que compartieron los expositores con el aula y, entre ellas, se encuentra un video titulado: “Descartes y las pruebas de la existencia de Dios”. Un buen hallazgo que vale la pena compartir.


 Les dejo de igual forma la presentación en Power Point (El alma y las máquinas)que el grupo preparó para este capítulo.

Valeria Díaz y Diego Portocarrero en su presentación.


El alma y las máquinas (Fragmento)

Nemo y Alba están sentados ante una pizarra llena de símbolos geométricos jugando con un gato.

Nemo.- De modo que todos estos sabios son más o menos racionalistas… pero cada uno entiende la razón a su modo.
Alba.- Pues sí. Que si la razón es geometría, que si es experiencia, que si necesita imaginación y poesía, que si debe ocuparse de la verdad, o de la probabilidad o de … ¡Yo qué sé!
Nemo.- ¡Y no te olvides de Pascal! Si no le entiendo yo mal, dice que la razón es muy útil para darse cuenta de que al final no te puedes fiar de ella y es mejor la fe. ¡Toma castaña!
Alba.- Puede que todos acierten en parte, cada cual a su modo. ¿Te acuerdas de los ciegos que se encontraron con un elefante?
Nemo.- A ver qué charrada inventas ahora.
Alba.- De charrada nada, monada.
Nemo.- Será mónada, que estamos con Leibniz…
Alba.- ¡Ay, pero qué gracioso eres! Luego cuando esté sola me río, te lo juro. Bueno, a lo que iba. Unos ciegos tropezaron con un elefante y empezaron a tocarle para ver qué era. El primero le tocó la trompa y dijo que se trataba de una serpiente. El segundo le palpó la pata y se quedó convencido de que era un árbol. El tercero tanteó el corpachón y aseguró que había dado con un muro. Y el último le agarró la cola y se rió de lo tontos que eran los otros, pues lo que había encontrado era una cuerda… Pero en realidad todos estaba hablando de lo mismo.
Nemo.- Qué paciencia tenía ese pobre elefante… Yo más bien creo que la razón es como esos chismes que llevan los excursionistas: lo abres y por un lado sale la navaja, por otro un sacacorchos, por otro una lupa o un abrelatas y todo así. La razón nos sirve para todo, pero tiene formas distintas según el uso que queremos darle.
Alba.- Bueno, yo sigo con mi paquidermo: ¿cómo puede ser que a Descartes los animales le pareciese máquinas? ¿A alguien le puede parecer que el elefante es un aparato sin vida? ¿O un perro? O este gatito… vaya absurdo.
Nemo.- Es verdad que parece imposible pensar que los gatos, perros, elefantes o tigres son máquinas. En otros casos, en cambio… Hace tiempo leí una novela de ciencia ficción en la que una nave terrícola llegaba a un planeta desconocido y los tripulantes eran atacados por un enjambre de insectos voladores… que luego resultaban ser diminutos robots. A mí no me resultó eso muy raro.
Alba.- Sí, pero los robots los hacemos nosotros y no la naturaleza. Aunque claro, bien mirado … por dentro estamos todos llenos de tuberías, válvulas y cosas así, como las máquinas.
Nemo. – Sin embargo el alma…
Alba.- ¡Ay, sí, el alma! Ésa es otra… que viene a complicarla todo.