viernes, 16 de marzo de 2018

El sujeto educativo





“¿Quién podría comprender que el medio para que ellos se educasen en el orden intelectual no es aprender de los sabios lo que ignoran sino enseñárselo a otros ignorantes.”
Jacques Ranciere El maestro ignorante

“El maestro aprende de su alumno cuando enseña. El sentido del diálogo genera amistad en el sentido más elevando.”
George Steiner Lecciones de los maestros

“Probablemente yo aprendí de mis alumnos más que ellos de mí. Lo que aprendí, principalmente, fue que si uno enseña y no aprende, no está enseñando.”
Frank McCourt El profesor


El sujeto educativo no es solo una categoría propia de la filosofía de la educación o de la ciencia pedagógica, sino que remite a nuestra propia condición de sujetos que aprenden y enseñan o enseñan y aprenden. Sabemos que la educación puede ser formal e informal y es en ambas dimensiones en que la dinámica de aprender y enseñar (o a la inversa) se da plenamente entre los sujetos. Nosotros aprendemos espontáneamente –e inconscientemente— a través de la imitación para luego, por medio del lenguaje, poderlo transmitir a nuestros semejantes.

El acto de aprender para enseñar se puede dar de una manera sencilla: una niña(o), por ejemplo, que, llegando a casa, quiere compartir lo que aprendió en la escuela; dicha actitud se produce por diversos motivos —la aprobación de sus padres, el simple deseo de expresarse, etc.—, pero logra consolidar lo que aprendió al verbalizarlo. Muchas personas afirman que la mejor forma de arraigar en el aprendizaje es enseñándoselo a otros. En otras palabras, la enseñanza conduce a un aprendizaje sólido si es que el sujeto es capaz de enseñárselo a otros. Si esta posibilidad (el enseñar) se convierte en acto, su aprendizaje será más significativo.    

A la ciencia pedagógica el concepto que le es propio es el de “enseñanza” pues el concepto de “aprendizaje” —íntimamente vinculado al primero— pertenece a la psicología. La pedagogía estudia este acto intencional (enseñar) para buscar los mejores caminos en el aprender. Sobre el enseñar los maestros se saben de memoria una frase irónica “el que sabe, sabe, el que no, enseña”, que encierra una falsedad hiriente, pero también una verdad: ni un maestro —ni nadie— sabe completamente una disciplina, por lo que estudiar para una clase y enseñarlo a sus semejantes le permite ahondar y perfeccionar su saber, ver sus matices y sus problemas, además de encontrar los mejores modos de comunicarlo a los otros.

El conocimiento se hace real transmitiéndolo.

Es cierto que la duplicidad Enseñanza – Aprendizaje o Aprendizaje – Enseñanza no resulta inconmovible: existe aprendizaje sin enseñanza —recuerdo la maravillosa escena de 2001 Odisea en el espacio[1] en la que un proto humano descubre la herramienta (y después lo enseña a sus semejantes y se convierte así en un instrumento de supervivencia social) —y también existe enseñanza sin aprendizaje (imaginemos la clase de un profesor principiante que no logra que sus alumnos aprendan realmente). Sin embargo, recordemos que la enseñanza (como acto intencional y teleológico) apunta al aprendizaje y, si no se logra, solo señala una realidad defectiva y, por lo tanto, corregible.

La enseñanza se piensa y se realiza para que los sujetos aprendan. Las posibilidades de este par conceptual (Enseñanza-Aprendizaje) son ilimitadas: el maestro aprende para enseñar y trasmite su forma de aprender a sus discípulos; el discípulo enseña a sus congéneres y consolida su saber y, además, al no existir una brecha generacional con sus pares, lograr que su explicación sea más clara con analogías y referencias más comprensibles entre ellos.

Al enseñar, maestros y discípulos llegan a tener un conocimiento más certero sobre su propio saber. Es en el ámbito intencional de la enseñanza – aprendizaje (la educación formal) donde la realidad del sujeto educativo se debe aprovechar. Los profesores deben brindar espacios de interacción entre los estudiantes para que este acto maravilloso de “enseñanza entre pares” se dé plenamente porque el discípulo se convierte así en maestro y enseña a sus semejantes y al mismo maestro. Por otro lado, el docente, consciente de su condición de sujeto educativo, asumirá que su modo de aprender y concebir el conocimiento puede convertirse en una forma unilateral en la que el alumno deba aprender su lección. Al respecto, lo dicho por el filósofo y educador Augusto Salazar Bondy (1978) resultan ser clarificador:

"Dicho de otro modo, solo se educa quien puede ser educador. Cuando haya máquinas educadoras habrá máquinas educadas. Nótese que esto quiere decir que hay en la educación no solo un rasgo de auto perpetuación sino, también, que se requiere reflexividad y reciprocidad, porque en la medida en que alguien es educado por otro puede ser educador de su educador y educador de sí mismo" (p. 11).

En conclusión, resulta fundamental concebirnos sujetos autónomos en esa dinámica vital de aprender para enseñar / enseñar para aprender que es propia de todos los miembros de la comunidad educativa.

Alex Romero M.

Bibliografía

Freire, P. (2017). Pedagogía del oprimido. Siglo XXI.

McCourt, F. (2006). El profesor. Maeva.

Rancière, J. (2003). El maestro ignorante. Laertes.

Salazar Bondy, A. (1978). La educación del hombre nuevo. Paidós.

Steiner, G. (2004). Lecciones de los maestros. Siruela.



[1] Comparto el enlace de esa maravillosa escena de la película de Stanley Kubrick https://www.youtube.com/watch?v=yZ0qJ1KngWg


2001 Odisea en el espacio

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