sábado, 11 de febrero de 2012

Comentario a la “Deducción trascendental de los conceptos puros intelectuales” de la Crítica de la razón pura de Kant.


Alex Romero M.

Todas las representaciones tienen una relación necesaria con una experiencia empírica posible; porque si así no fuese, sería completamente imposible tener conciencia de ellas y fuera lo mismo que no existieran.”
(Sección segunda, versión A)

El “giro copernicano” de Kant es la gran formulación del filósofo de Koenigsberg por el cual el mundo de los objetos, tanto en su orden como en sus regularidades, es producido por el sujeto gracias a los actos de la intuición y el entendimiento que constituyen las condiciones mismas de su experiencia. El presente comentario se centrará principalmente a explicar el fundamento último que da Kant a estas formas de la sensibilidad y del entendimiento en el sujeto trascendental, y de esa misma manera resolver la dificultad que él nos plantea en el desarrollo de su exposición: cómo las condiciones subjetivas del pensar tienen un valor objetivo al dar ellas las condiciones de posibilidad de todo conocimiento objetivo.
Resulta evidente para nuestro filósofo que los objetos de la intuición sensible deben someterse a las condiciones formales de la sensibilidad (tiempo y espacio) presentes en nuestra conciencia trascendental pues “de otra manera no serían objetos para nosotros”, pero resulta difícil demostrar cómo los objetos de la experiencia deben estar de acuerdo con los conceptos puros del entendimiento para que aquellos puedan ser pensados (“la comprensión sintética del pensar”). Es por esto que resulta necesario indagar las condiciones a priori que hacen posible la experiencia, es decir, examinar “trascendentalmente” las fuentes subjetivas que hacen posible la relación de los objetos con el entendimiento.
En el acto de conocer, las formas de la sensibilidad y el entendimiento no son marcos estáticos sino formas de operar en la comprensión y aprehensión de los objetos. Las primeras sintetizan los múltiples datos de los sentidos en el orden espacio-temporal para luego ser incorporados a las relaciones universales y necesarias de las categorías (causa y efectos, sustancia y reciprocidad, etc.). Pero tal relación y orden sólo serán posibles cuando estas síntesis se unifiquen en la “percepción trascendental”, en otras palabras, en el percatarse del “yo pienso” que acompaña a toda experiencia posible. El yo pensante es el que permite dar continuidad y certeza a que la experiencia siga siendo llamada “mi experiencia”. Por ella, el yo pienso se sabe a sí mismo como continuo, presente y activo en toda experiencia y es así que la percepción trascendental o apercepción es el la más alta síntesis y fundamento de la unidad del sujeto que hace posible la universalidad y necesidad de todas la relaciones con los objetos. Hay que aclarar que Kant saca de esto una consecuencia dentro de nuestras posibilidades cognoscitivas: la conciencia trascendental depende de aquello que recibe por medio de los sentidos y esta multitud de impresiones logra convertirse en un mundo organizado de relaciones coherentes gracias a las operaciones de sujeto que busca conocer. Por tanto, sólo conocemos la multiplicidad de nuestras impresiones según nuestros propios aprioris sin llegar a saber cómo ni qué son las cosas en sí que dan origen a estas impresiones. El marco de toda experiencia posible lo constituyen “las cosas en mí”, es decir, los fenómenos pues pertenecen a mi ámbito interno siendo lo restante completamente incognoscible. 
La deducción trascendental de las categorías parte de la posibilidad de una síntesis general como acto espontáneo del entendimiento. Este enlace de la multiplicidad en general, que reúne la variedad de representaciones en una intuición sensible, y la forma a priori que puede asumir ésta en nuestra facultad representativa así como también la diversidad de otros conceptos, etc., es un acto intelectual que hace posible la representación de la unidad sintética del pensar. En otras palabras, puede elaborar para nosotros una representación de la diversidad y también una representación de la unidad de tal diversidad que es determinante para la posibilidad misma del entendimiento y la unidad de los conceptos en los juicios. Para Kant, el fundamento de tal enlace es la “unidad sintética de la apercepción”, el yo pienso que acompaña a todas nuestras representaciones, permitiendo que puedan ser pensadas y conocidas por una conciencia general al guardar una relación necesaria con la intuición. Esta unidad trascendental de la conciencia o “apercepción primitiva” hace posible el conocimiento a priori, pues el enlace de la diversidad de las representaciones no se da en los objetos sino en la facultad del entendimiento de enlazar y reunir la diversidad de representaciones dadas a la unidad de la apercepción.
La unidad sintética de la apercepción resulta ser el principio supremo de todo uso del entendimiento pues las distintas representaciones de las intuiciones serán reunidas en el Yo pienso, permitiendo que el objeto dado por la sensibilidad pueda ser pensado y conocido en un concepto. El entendimiento como facultad de conocimiento es posible sólo si existe una relación de las representaciones con un objeto dado, pero la unidad de tales representaciones sólo es concebible en la unidad de la conciencia y, por tanto, es esta la que le otorga “su valor objetivo”.
“la unidad sintética de la conciencia es, pues, una condición objetiva de todo conocimiento, de la cual necesito, no solamente para el conocimiento de un objeto, sino que bajo ella debe estar toda intuición para que pueda convertirse para mí en un objeto; porque de otro modo, sin esta síntesis, lo diverso no se reuniría en una misma conciencia.” (pág. 168)
Todas mis representaciones, según Kant, de acuerdo a una intuición cualquiera, deben sujetarse a la condición de ser atribuidas a una sola conciencia, es decir, unirlas sintéticamente al Yo pienso.
Siendo las categorías conceptos de objetos en general donde la diversidad de las intuiciones de estas son determinadas a una de las funciones lógicas del juicio, resulta importante finalizar y precisar la deducción trascendental de estos conceptos puros del entendimiento estableciendo su valor a priori en relación a los objetos de los sentidos. Las categorías constituyen el pensamiento de un objeto por la unión de la diversidad en la apercepción, por lo tanto, su naturaleza se corresponde con la forma y no con la materia del conocimiento. Esto significa que el pensamiento de un objeto no podrá llegar a ser un conocimiento en nosotros sino en tanto que el concepto puro que hace posible pensar el objeto se haya relacionado con una intuición sensible. Es la aplicación de las categorías a las intuiciones empíricas, en contraste con las formas puras de la sensibilidad,  la que deja lugar a la posibilidad del conocimiento empírico o experiencia.
“Las categorías no tienen, por tanto, ningún otro empleo para el conocimiento de las cosas, sino solamente en cuanto estas cosas se consideran como objetos de una experiencia posible.” (pág. 173)
De esta forma las categorías, como parte del entendimiento o como simples formas del pensamiento, reciben una realidad objetiva pero sólo en relación a los fenómenos y no las cosas en sí pues sólo en relación a las primeras podemos tener una intuición a priori. Es el enlace o síntesis de la diversidad de las representaciones que, al relacionarse única y necesariamente con la unidad de la conciencia del sujeto (apercepción), resulta ser el fundamento de los conocimientos a priori.
La deducción trascendental de las categorías nos ha mostrado, en consecuencia, la posibilidad de que estos conceptos puros lleguen a constituir un conocimiento a priori dada la conformidad de su aplicación con la objetos de una intuición general. Es tal conformidad la que hace posible, además, que las leyes a priori del entendimiento se correspondan con las leyes de la naturaleza “fenoménica” (siendo ambas leyes de enlace que se sustentan y son posibles en la unidad del yo pienso o unidad de la apercepción). Siendo la naturaleza el conjunto de todos los fenómenos, las categorías son los conceptos que prescriben a priori las leyes de tales fenómenos, pues son leyes que existen para el sujeto, que pueden ser establecidas por la conciencia, y no fuera de él, en el ámbito de las cosas en sí.
En conclusión, la sección segunda de la deducción de los conceptos puros del entendimiento muestra la validez de las categorías para toda intuición en la medida en que esta se reúna o sintetice en la unidad de la apercepción (gracias a la espontaneidad misma del entendimiento). La deducción consiste, para Kant, en demostrar la validez de las categorías en la unidad sintética del yo pienso, entendida esta última como el fundamento de todo conocer posible: la unidad de la intuición se establece previamente a la síntesis del juicio objetivo pues resulta ser el prerrequisito para que las reglas del entendimiento se apliquen, es decir, para que las categorías puedan unir y ordenar la materia del conocimiento.